Ruby Catherine Stevens no fue una actriz cualquiera. En realidad se la conoció con el apodo de The Queen o Missy entre bastidores, y con el de Barbara Stanwyck entre su legión de fans. Este blog representa un tributo a su labor desempeñada durante más de cuarenta años para la que consideramos una de las más grandes actrices que han pisado un plató cinematográfico.
LA ESTRELLA DE VARIEDADES (1943): «VODEVIL CRIMINAL»
SINOPSIS: Ambientada en un decadente music-hall regentado por un empresario de nombre S. B. Foss (J. Edward Bromberg) a finales de los años 30, toda parece girar en un principio alrededor de las enemistadas y vivencias de los miembros del teatro. Encabezados por la estrella principal, Dixie Daisy (Barbara Stanwyck), deseosa de independizarse con un número propio y enfrentada tanto a la segunda de abordo, Lolita Laverne (Iris Adrian) y una arrogante especialista de variedades de misteriosos ancestros en la realeza europea (Victoria Faust), inventados, por supuesto. Entre medias encontramos su divertida y tirante relación con el cómico Briff Branigann (Michael O’Shea) o la presencia inquietante del novio gángster de Lolita (Gerald Mohr). Quien sera el primer sospechoso de un sospechoso, esta vez, de verdad, alterará la después de todo pacífica convivencia entre unos artistas que deberán reforzar su sentido grupal cuando los crímenes comiencen a sucederse y los sospechos a multiplicarse. Y como en vista de que la investigación puesta en marcha por la policía no es capaz de denter al asesino, serán Dixie y Buff quienes decidirán resolver las cosas por ellos mismos.
COMENTARIO (Adrián Sánchez): La estrella de variedades aparece hoy como una pieza fracamente insólita a la altura de 1943 pese a que, poca duda cabe, el protagonismo/personaje de la Stanwyck venga dado de forma directa por su exitosa Sugarpuss O'Shea de Bola de fuego (1941). De tal manera, la desenvuelta artista de variedades del presente film es «prima hermana», y directa consecuencia industrial, de esa otra «dama del burlesque» que había interpretado un par de años antes para Howard Hawks en el aludido clásico de la screwball comedy. Así la actriz recuperaba escueto vestuario, lucía piernas, lengua rápida y habilidades para bailar y cantar de nuevo en lo que suponía, además, un regreso a sus orígenes profesionales en el vodevil que la había llevado —bueno, eso y su incendiario marido de aquel entonces, Frank Fay, un legendario cómico de los teatros neoyorkinos que llegó a trabaja también en el cine— desde Broadway hasta Hollywood a finales de la década de los 20.
Uno de los alicientes, uno de los mayores además, que presenta esta poco conocida pieza de William A. Wellman —editada en España en DVD dentro de la colección «Mitos de Hollywood» y también incluida en una de las entregas de la revista Tiempo entre otras ediciones no menos «corsarias»— radica precisamente en ver cómo la actriz con los andares más decididos de la historia despliega sus múltiples capacidades en un regreso al espíritu del teatro de variedades, que va más allá de la localización de la trama. Todo lo cual permite ver, casi de primera mano, como era un verdadero espectáculo de vodevil de la época, acogiendo el reparto una variada representación de característicos cinematográficos armoniosamente mezclados con un puñado de auténticos cómicos y bailarinas de la época —el humorista Pinky Lee, por ejemplo, pero también Michael O’Shea, la propia Stanwyck o Marion Martin y Iris Adrian, asimismo antiguas bailarinas —, todo lo cual dota al invento de una autenticidad impagable.
Autenticidad que, por otro lado, parece venir impuesta de serie al ser el film una adaptación, otra singularidad más, de la novela The G-String Murders, escrita en 1941 por la legendaria estrella del burlesque Gypsy Rose Lee. Quien aparte de renovar el mundillo de stripper, vía humor agudo y estilo displicente, amén de unas letras y una manera de cantar bien cercana al cuplé pícaro por cierto, apareció en un puñado de filmes en papeles de colaboración. Entre ellos dos cult classics tan diferentes como el Screaming Mimi (1958) de Gerd Oswald o el Wind Across the Everglades (1958) de Nicholas Ray.
La translación resulta ser, al parecer ya que no he tenido el gusto de leer el original, bastante fiel, pese a la consabida necesidad de suavizar los contornos eróticos del mundillo burlesque de cara al censor Código Hays. El resultado final, aparte de rezumar ambiente y personajes genuinos, todos dibujados con una agudeza tipológica y psicológica que demuestra capacidad de observación e ingenio penetrante, es una promiscuo cruce de géneros, y medios, que desde la base de un whodunit clásico permite asistir a una auténtica representación vodevilesca que sucede en «directo» dentro del desarrollo mayor que es la película en si. Un curioso juego inocentemente metalingüístico, sin chirridos ni alardes, dentro de una lógica que se acoge por igual a la comedia deslenguada, el musical picante y thriller de celos teatrales con una energía y un sex-appeal que hacen más pensar en una comedia pre-code que en un film realizado en 1943.
Wellman, que ya había dirigido a la diva en 1931, Enfermeras de noche, y un año antes en Una gran señora —y que ese mismo año entregaría el oscuro western moral Incidente en Ox-Bow (1948) no cabe mayor eclecticismo que el de este maestro todavía por reconocer en su verdadera medida— mueve el conjunto con su enérgico sentido cinematográfico y la mixtura, en apariencia disparatada, termina por funcionar como un ágil divertimento del cual distraen sus números musicales de constantes sobreentendidos y maliciosos dobles sentidos, e intrigan los misteriosos asesinatos, filmados con tono atmosférico y rudo, falsos culpables e investigaciones paralelas que se establecen entre el estoico policía encargado del caso, Charles Dingle y el dúo Michael O’Shea —Barbara Stanwyck, a su vez una clásica pareja romántica «si-pero-no» llena de tiranteces, sarcasmos y gracia cómplice y donde el personaje femenino nunca se supedita al masculino. Mucho menos cuando ella resulta tan perfectamente descarada y tan rematadamente sexy como en esta ocasión—.
En extraña sincronicidad, quien sabe si esquinada inspiración, la película, salvando distancias temporales, sensibilidades estéticas y divergencias de tono, la película bien podría imaginarse trasladada al universo violento-colorista del giallo italiano setentero: escenario cerrado e insólito, asesinatos sistemáticos con motivo oculto provocado por algún trauma del pasado, detectives improvisados, crímenes creativos (aquí la aparición de un cadáver en medio del escenario durante uno de los números, entre otros) múltiples sospechosos, rasgos de humor negro…
CURIOSIDADES / ANÉCDOTAS: Al parecer The G-String Murders, libro en el cual se basa el film, fue escrito de modo efectivo por la entonces roommate («compañera de habitación») de de Gypsy Rose Lee, Craig Rice. Pseudónimo de la escritora pulp y detectivesca Georgiana Ann Craig, quien también ejerció de «negro» para la novela firmada por George Sanders Murder on my hands.
J. Edward Bromberg, quien interpreta al empresario teatral S.B. Foss, fue un característico de novelesca vida desde su nacimiento en Timisoara en 1903 hasta su muerte en en Londres en 1951. Entre medias el prestigio teatral, secundarios en el cine, defenestración por el macartismo y despedida con un último papel en Forty Guns (1957), un rarísimo western de Sam Fuller protagonizado, precisamente, por Barbara Stanwyck.
Working Title («título de trabajo«): The G-String Murders
Fecha de estreno en los Estados Unidos: 13 de mayo de 1943.
ENLACES/FUENTES:
http://thewackytacky.blogspot.com.ar/2011/03/movie-review-lady-of-burlesque.html
http://tresnochesbarastanwyck.blogspot.com.ar/2011/12/estrella-de-variedades.html