jueves, 24 de mayo de 2012

Too Late Blues (1961) Blu-Ray USA - Director: John Cassavetes

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A veces encontramos en los proyectos fallidos y los fracasos con rúbrica más sobre la personalidad de un creador que en éxitos acomodaticios. Tal vez sea una de las lecciones que puedan extraerse de Too Late Blues de John Cassavetes. A la hora de hablar de este film, tanto Ray Carney en el monocorde mas documentado "Cassavetes por Cassavetes" como el colega Israel Paredes en el ágil y perspicaz "John Cassavetes. Claroscuro americano" hacen referencia al fracaso comercial y crítico. Por no hablar del escaso orgullo que el propio director sentía hacia este film. Sin embargo, Too Late Blues posee los suficientes elementos morales y estéticos para situarla entre los films más representativos de una cosmovisión y una filmografía radicales. El propio director la definió como "una película incompleta y caótica", y me parecen razonables los calificativos, pues se ajustan a una correcta definición de lo que puede ser el cine de John Cassavetes. Incompleto y caótico. Pero no por ello deja de parecernos un cine fascinante en su visceralidad, en sus propuestas insólitas y marginales. Incluso en aquellos momentos en que más nos irritan, los films de Cassavetes no pierden atractivo, pues prevalece siempre una concepción única de entender el cine. Para mí, Too Late Blues no es una excepción.



Después de la revelación de Shadows (1959), Cassavetes hizo lo que todo director americano ha pretendido siempre: ser aceptado por la industria. Ser aceptado, claro está, sin peajes. Y aquí es donde las cosas se complican. Junto a su amigo y guionista Dick Carr, Cassavettes elaboró tres proyectos que debían ser el primer asalto a su consolidación cinematográfica. Fue un trabajo minucioso que, sin embargo, Cassavetes minimizó en varias entrevistas. Por ejemplo, declaró que el guión de Too Late Blues fue escrito en "un fin de semana de borrachera". El metódico Carney, en su mentado ensayo, establece la verdad de los hechos: "El guión no lo escribieron en un "fin de semana de embriaguez" (eso Cassavetes se lo inventó después del fracaso de Too Late Blues, como excusa), sino meses antes, y fue un trabajo serio y meticuloso. Fue el resultado de un plan que Cassavetes había concebido tras volver del rodaje de The Middle of Nowhere. Había conocido a Carr mientras trabajaba en Staccato, y en el verano de 1960 le propuso escribir juntos algunos guiones, prometiéndole que intentaría dirigirlos él mismo. Antes de que Racklin oyese hablar de Cassavetes, éste y Carr tenían terminados tres proyectos y esperaban poder hacerlos juntos: Too late blues, en colaboración (es verdad que Cassavetes escribió la mayor parte de la primera mitad y Carr la mayor parte de la segunda); un guión que Carr escribió por su cuenta, titulado The Iron Men, y otro escrito por Cassavetes, A Piece of Paradise".

El citado Racklin, Marty Racklin, fue el directivo que abrió las puertas de la Paramount al director. Con olfato comercial, los estudios estaban calibrando las posibilidades del nuevo cine de "arte y ensayo" y Cassavetes, con el reciente éxito europeo de Shadows, apuntaba maneras. Fue así como pudo pactar al alza las condiciones de su contrato para Too Late Blues, que se redactó en noviembre de 1960. El presupuesto del film rondaba el medio millón de dólares, y el director consiguió encargarse de la producción, la dirección y figurar como co-guionista. Tuvo que hacer algunas concesiones. Sin ir más lejos, abandonar las calles de Nueva York. Este hecho, sin embargo, le ayudó a curtirse en el rodaje de interiores. Tampoco pudo imponer actores. Para los personajes principales, Cassavetes había pensado en Montgomery Clift y Gena Rowlands, mujer del director que luego protagonizaría la mayoría de sus films más célebres. En esta ocasión tuvo que apechugar con Bobby Darin y Stella Stevens. Pese a todo, la entrada de Cassavetes en la industria de Hollywood es toda una declaración de principios.



Too Late Blues cuenta la historia de un músico de jazz, Ghost Wakefield, y su banda, que viven en precario haciendo su música, lejos de los cantos de sirena comerciales. Como en todo el cine de Cassavetes, la amistad y la familia, los núcleos esenciales, tienen un peso preponderante. A raíz de un desengaño amoroso, Ghost decidirá "vender" su arte y pasarse al bando comercial. Sin embargo, tras el pacto fáustico, encontrá la redención en la última escena, tocando de nuevo con sus amigos. A grandes trazas, el argumento muestra el compromiso de Cassavetes con un cine al margen de las reglas del juego comercial. Bien es cierto que el director sabía a ciencia cierta que para mantenerse alejado de los sobornos y el saqueo a la creación, debían hacerse innumerables concesiones, como en su faceta de actor. En este caso, Cassavetes, y manteniendo las obvias distancias, parece seguir el ejemplo de Orson Welles en la necesaria distinción entre el actor (utilizado a menudo sólo con fines crematísticos, para financiar sus propios proyectos) y su voluntad creativa como director. Asimismo, ambos tuvieron que lidiar con la industria y sus motivaciones, mostrándose a veces puerilmente puros en sus declaraciones. El joven Cassavetes se retrata en algunos de sus argumentos tras el estreno de Too Late Blues: "No me preocupa el éxito ni hacer mucho dinero. Estoy aquí porque ellos tienen el dinero que me permite hacer lo que quiero hacer. Por una vez quiero creer que alguien hace algo no sólo por dinero, sino más bien porque está ferviente y profundamente convencido de lo que hace. Lo único que me importa es hacer una película en la que crea. Los que están conmigo en la habitación se preocupan más por las cifras que por las personas y las emociones. A ellos solo les importa el dinero. No hay artistas conmigo, únicamente banqueros. Estoy solo". Pese al tono quejumbroso de Cassavetes, si Too Late Blues no es lo que en un principio quería que fuese, no fue tanto culpa de "los banqueros" como del propio director. Más allá de nimios inconvenientes o desajustes (rodar en Hollywood, no disponer de los actores principales a su gusto), tuvo un control completo sobre el proyecto, que, por inexperiencia en este tipo de lides, se convirtió en descontrol. A este respecto, el film también impone su reflexión: puede que existan directores verdaderamente incapaces de amoldarse a las convenciones de la industria, directores independientes en el más amplio sentido del término. Y ahí encontramos otra de las constantes del cine de Cassavetes que Too late Blues pone de manifiesto: la sumisión general a las convenciones sociales, una falsa normopatía de la que huyen todos y cada uno de los protagonistas de los films del director de Faces. Hay, por lo tanto, una voluntad de autoafirmación y búsqueda de la autenticidad. En Too Late Blues, la música de jazz sirve a este cometido, pero todas las sentencias referidas a la creación musical del protagonista bien pudiera firmarlas el realizador referidas al cine. A su cine. Siguiendo la senda de Shadows, se trata de un film eminentemente noctívago. Pese a ubicarse mayormente en interiores, la sensación de divagación nocturna es considerable, así como la preeminencia de planos largos y diálogos de apariencia espontánea que otorgan a las escenas un aire de autismo.

T. S. Eliot habló de la desconfianza que le producían aquellos aficionados a la literatura que no gustaban de releer algún poeta menor. O para parafrasearlo en términos cinéfilos, alguna rareza de serie B. En el recuerdo de los films de Cassavetes, y junto a las grandes Shadows, Noche de estreno, Husbands, Una mujer bajo la influencia, Gloria o Corrientes de amor, se impone el cariño por Too Late Blues. Rara entre las raras, denostada y poco visitada, la película mantiene la inocencia entrañable de un joven director convencido de poder cambiar las reglas del juego.

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